21 nov 2008

CRÍTICA/ Grietas, de Alexis Leiva

Hay una literatura que pasa por el mercado editorial. Y esa literatura a veces es muy buena, a veces es aceptable y otras veces es una completa basura que - sin embargo - deleita los bolsillos de los mercaderes de cultura. Las vías para alcanzar la publicación en alguna de las editoriales que pertenecen al mercado suelen ser ganar un premio literario, tener algún amigo sentado en el sillón adecuado o garantizar - por portación de nombre o de título comercial - cierta cantidad de ventas. También existen algunas editoriales independientes que se dedican a rastrear los nuevos talentos. Aunque, muchas veces, estos nuevos talentos son también los viejos amigos de los editores.

Hay otra literatura que pasa por la capacidad de sus autores de costearse la publicación. Y en este caso también puede ser una literatura muy buena, a veces aceptable y otras veces terriblemente mala. Las vías para alcanzar la publicación en alguna de estas editoriales se reducen a una: tener la plata suficiente para pagar la edición.

Por lo general, los medios especializados suelen desatender por completo las publicaciones de este tipo. Excepto cuando la editorial en cuestión deja una cuantiosa cantidad de dinero en el medio, en la forma de pauta publicitaria, lo más probable es que la crítica sea indiferente a cualquier libro publicado de este modo. Por el contrario, los críticos no tendrán reparos en leer y recomendar cualquier atrocidad que se encuadre en las leyes del mercado (a propósito... curioso caso el del mercado. Las editoriales "del mercado" publican gratuitamente a sus autores. Las otras, las que no pertenecen al mercado, les cobran).

Grietas (Argenta) es el primer libro de Alexis Leiva, un pibe que vive en algún lugar del Conurbano, que tiene un hijo, que es profesor en una escuela, que es enfermero y que además escribe. Y aunque la plata no debe sobrarle, tuvo que juntar la plata de la publicación para hacer por su cuenta lo que ninguna editorial "del mercado" quiso hacer. Y lo que Alexis Leiva quiso hacer es por completo esperable - incluso deseable - en la historia de la cultura de un país. Alexis quiso que su literatura tuviera lectores. Y la literatura de Alexis se merece esos lectores.

Basta leer el título del libro y la contratapa, para darse cuenta de que una novela así jamás podría ser tenida en cuenta por los grandes monstruos editoriales. Y basta leer algunos capítulos para preguntarse por qué motivo la Argentina - como muchos otros países - deja de lado a sus verdaderos creadores y los condena a comienzos tan solitarios y esforzados. Porque Grietas no es el libro de un tachero fantasioso que paga dos mil pesos para contar los travestis que se levantó, ni tampoco es la novela de un súper escritor europeo que gana millones de dólares por cada sujeto y predicado que extiende sobre el papel. Grietas, en cambio, es una novela que, con algo de suerte, tendría el destino de ser considerada una obra de culto.

De escritura por momentos arrebatada y por momentos limpia; psicológica y ecléctica; Grietas funciona como el diario íntimo atormentado de un joven que se encuentra parado en medio de la vida. Un joven repulsivo que, sin embargo, despierta una mezcla de compasión y afecto.

Leiva retrata a su protagonista desde el adentro y así va configurando un afuera que le permite al lector embadurnarse con el mismo lodo que lo desespera. Y si aparece una mujer, el amor es triste; y si aparece una poesía, el verso también está cargado de dolor.

Novela de iniciación (aunque el inicio sea el final), tiene la fuerza de un "fuego sagrado" que pre-anuncia la existencia de un verdadero escritor. Porque Leiva se desenvuelve con soltura en sus textos, combinando recursos y enloqueciendo al lector con su capacidad para provocar ese tipo de rechazo que se vuelve adictivo. Y cuando la necesidad de escribirlo todo le dé paso a la elección minuciosa de la historia que quiera contar y del modo de hacerlo, entonces el espíritu atronador de Grietas se volverá, sin dudas, un canto de sirena en donde se ahogarán muchos otros escritores que no podrán jamás aspirar a ser lo que Leiva empieza a ser.


Enzo Maqueira