12 nov 2008

CRÍTICA/ Turistas, de Hebe Uhart

En una entrevista que le dio a Lea en 2005, Hebe Uhart dijo algo que justifica y reivindica la literatura que propone en Turistas (Adriana Hidalgo), su nuevo libro de cuentos: “Para escribir bien, hay que saber escuchar”. Y Turistas no es otra cosa que un rico compendio de voces que Hebe reproduce con maestría, haciendo gala de un oído atento, pero mucho más de una escritura funcional a las pequeñas historias que cuenta.

Tomando como eje temático – aunque no excluyente - la idea del viaje, Hebe presenta relatos que se destacan por su uso particular del lenguaje (son magistrales los registros de “Stephan en Buenos Aires” y “Bernardina”), la mirada ingenua (“Revista literaria”, “El centro cultural”, “El departamento de la costa”) y, sobre todas las cosas, una sensación de aislamiento que los personajes transitan con curiosidad, temores e ingeniosas observaciones. Este último rasgo parece abarcar, más o menos solapadamente, todos los relatos. Sumando las tres grandes cualidades de Turistas, es claro que el libro representa una nueva y depurada muestra del talento que llevó a Hebe Uhart a ser considerada una de las mejores cuentistas argentinas.
Hebe no escribe como los demás. Sus cuentos no siempre presentan un conflicto claro, a veces no tienen resolución (puesto que no hay conflicto) y en cada uno inaugura un estilo diferente en el cual se mueve con igual soltura. Y es en esa variedad y libertad con la que encara su literatura, donde se encuentra su verdadera riqueza.

Curiosos, originales, solitarios y observadores, sus personajes parecen ser una extensión de ella misma, o cuanto menos de la imagen que de ella tenemos quienes alguna vez la conocimos. Es difícil saber si es Hebe la que protagonizó en la vida real las vicisitudes narradas en “Turismo urbano” (una mujer que se vincula con un grupo de intelectuales inmaduros) o “La excursión larga” (una turista excluida por los viajeros de un tour en Mendoza), pero su cara, su voz y su risa fresca aparecen en cada oración y – siendo Hebe una oradora cautivante – le suman a sus textos un nuevo rasgo de oralidad.

Si escribir bien es, efectivamente, el resultado de saber escuchar a los demás, Turistas representa la cumbre de esa definición: está escrito con la voz de personajes que se leen escuchando la voz de la autora. Ante tanta falsa impostura, lo que Hebe propone no es otra cosa que desplegar en su libro el disfrute y las manías de una amable conversación. Y, como sucede en la vida, pocas cosas resultan más gratificantes que dejarse llevar por lo que sus viajeros tienen para contarnos.
Enzo Maqueira