27 may 2008

Confesiones de lector

Por Susana Szwarc*

Si se nace en un pueblo en 1954 los libros se encontrarán en los vagones. Quitilipi: dice el cartel de la estación. Si los padres llegan sobrevividos de una guerra algo sabrán. Por ej: si leés tenés tu casa siempre. Desconocida la superstición de la propiedad privada, habrá en las letras la hospitalidad, el cuerpo espeso, dichoso, interminable. La vida entonces se comparte entre cosecheros golondrinas, tobas, criollos, gringos. Las tonadas difieren y no habrá en el mundo paisaje mejor que la lectura en voz alta, en voz baja, susurros entre nosotros: el Corín Tellado, tallado en las siestas, Patoruzú, Patoruzito y la sequía o la inundación de la Pachamama, Susy del corazón, la pequeña Lulú y sus amigos, nuestros amigos en bicicleta por el pueblo. Entre esos libros llega Kafka: Carta al padre. ¿Qué niña no querrá leer algo así?. Me lee mi padre la Carta… En la plaza del pueblo, en la hamaca que sube y baja, no dejaremos de reír del bromista de Kafka. “Yo era un niño tímido”, “tú me insultabas”. Ningún padre es así, decimos mi padre, mi madre, mis hermanas y yo. Aprendemos cómo tachar a los falsos padres del mapa. Y llegan Alicia en el país de las maravillas, y Romeo y Julieta (mucho más lindo que los Corín Tellado y las Susys con sus secretos, diremos en la escuela). Pero es Kafka quien deja una huella por todos los vagones. Sus cuentos “dan para hablar”, decía mi amiguita preferida.
Pasa el tiempo. El enigma de los desplazamientos. En la gran ciudad, en la Capital, los vagones son librerías. Y hay tanto para elegir. La boca de la ballena de Héctor Lastra, años después su Fredi. ¿Cómo llegan ciertos escritos a nuestros ojos?: Un cuento de Borges lee la señorita en la escuela. Seguimos a Borges. Y otro día lee a Cortázar. Un día los ojos ven Días enteros en las ramas de Marguerite Duras y seguimos las Margaritas porque también se encuentra a la Yourcenar. La Nanina de German García y luego La fortuna de encontrarlo en los estantes. Bloyd de Liliana Heer. El frasquito de Luis Gusmán. Nicolás Rosa y Roland Barthes y Saer y Piglia y Josefina Ludmer. Aparecen Oscar Masotta y Freud y Lacan y Georges Steiner. Los papeles salvajes de Marosa Di Gorgio, Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo. Vivimos un tiempo en Santa María y en Comala. Descubrir a Bohumil Hrabal es otra fiesta.
Pasan los vagones por el tiempo: John Berger, Thomas Bernhard y cuántos nombres olvido, sólo para recordar después. Hay relatos, narraciones,poesía. Me gusta que algunos libros que leo hayan sido escritos por mis amigos. Saboreo a José Kózer, Cristina Peri Rossi, Liliana Lukin, Amalia Sato, Luis Benítez, María del Carmen Colombo, Miguel Espejo, Adolfo Colombres, Tununa Mercado, Liliana Heer (releo Pretexto Mozart, releo Repetir la Cacería), Susana Romano que nos habla de “un archivo gigantesco y móvil, como una especie de libro inestable, en el que se van escribiendo e inscribiendo los acontecimientos…, guardados en reserva para el quehacer de las generaciones”en “Consuelo de lenguaje”.

Wang-Fo le dijo dulcemente, mientras continuaba pintando:

-Te creía muerto.
-Estando vos vivo –dijo respetuosamente Ling-, ¿cómo podría yo morir?
Frases de un cuento de M.Yourcenar, se puede jugar: en vez de “pintando”, “leyendo”.
Libro, hoja, casa, cuerpo. Lecturas. Y Kafka siempre y Proust abriendo los ojos, despertando al mundo.


*Susana Szwarc nació en Quitilipi, Chaco, en l954. Ha publicado El artista del sueño y otros cuentos, Trenzas, Bailen las estepas y Bárbara dice:, entre otros. Textos suyos han sido traducidos al alemán y al mandarín.